domingo, 4 de diciembre de 2011

MARTES DE CH’ALLA

La localidad de Mirq’a  Aymaya se encuentra a una distancia de 5 km de la ciudad de Uncía, provincia Bustillos del norte potosí. Tiene una población aproximada de 200 habitantes,  que viven de la agricultura y del cuidado de vacas lecheras y otros animales.
En esta población, la fiesta de los carnavales se celebra de la siguiente manera:
El martes por la mañana, cada familia sacrifica una oveja. Despues, hacen el t’ikachado de los animales, que consiste en colocar adornos de lana de diferentes colores en las orejas de las ovejas, burros y vacas. Así mismo se adorna las viviendas con banderines de colores. Entre las familias y vecinos conparten la comida preparada para tal ocasión. Luego, se traslada a la Taqawa, bailando con sus banderas blancas y pututu, donde espera el pasante de Tata Altar, santo que la población tiene como dios. Este prepara la kanka, la chicha y una casita pequeña donde el Tata Altar se encuentra vestido como una persona. Allá se concentran todas las personas, trayendo las paqumas de papa, oca y cebada verde, recogidas en sus sembradíos. El pasante reparte la kanka y l chicha. Entrada de la tarde, escogen a otro pasante para el año venidero, al cual despiden tirándole duraznos con warak’a para que vaya bien. Finalmente, retornan a sus hogares bailando y el pasante. Que se queda hasta el final, despide al carnaval con la explosión de una dinamita.
Los jóvenes salen a bailar por la noche con charangos y qhunqhutas, visitando a todos ,casa por casa durante tres días. Así termina la fiesta del carnaval.   


viernes, 2 de diciembre de 2011

EL DIABL Y EL TINKU

Doña Damiana Quilla y su hijo pequeño pastoreaban su ganado. Y era, también, un día con apariencia de común y corriente, en el todo estaba tranquilo y en orden. El timar de pacífica el ambiente. Sin embargo, toda esta tranquilidad  fue interrumpida por un acontecimiento anormal, y ya que Damiana y el pequeño vieron que un par de seres, vestidos con capas y pollerines y con dos cuernos, corrían por las orillas del rio. La pastora supuso, inmediatamente, que se trataba de diablos. Casualmente, era un 29 de junio, fecha en que se celebra la fiesta religiosa de San Pedro San Pablo.
Era claro que se dirigían a la comunidad de Thuthupaya, donde cada año se realizaba el “Tinku”. Este ritual ancestral se centra en las peleas entre personas, en las que se va a producir derramamiento de sangre y, en  ocasiones, hasta muerte.
Y es que se tiene la creencia de que la Pachamama recibe complacida estas ofrendas, agradece esa devoción  de sus fieles con abundantes bendiciones y perpetúa la fertilidad de la tierra, debido a lo cual habrá buenas cosechas y buena crianza de animales.
Damiana sabía de la fiesta que se realizaba en la población aledaña, pero ignoraba el por quéde la participación de estos diablos en el regocijo patronal. Ella y su pequeño arrearon rápidamente el ganado a casa y comentaron el hecho con su madre Teodora, que les dijo, como explicación del acontecimiento, que los diablos se dirigían a beber la sangre de los contendientes del tinku y que, desde muy antiguo, hartas personas de la región habían visto diablos en las distintas fiestas en que en que se realizaba el tinku.